Mi hijo tiene las orejas enormes y quiero operarlo. Lo que más me gusta de ésto de escribir un blog, es contaros las pequeñas cosas que me pasan en la consulta y ver otra vertiente de la cirugía electiva (por gusto).
Bueno, pues hace un par de semanas, vino a consulta una madre de unos 35 años, con un niño majísimo de 5 años. El niño hablaba por los codos. Era graciosísimo. Y la madre estaba tremendamente preocupada por su hijo.
Su hijo tenía las típicas orejas en soplillo. El típico niño con las orejas enormes, muy separadas y claro, al tener el pelo corto (en las niñas obviamente se disimula mucho más) pues, era muy evidente.
La madre me dijo que claro, que su hijo tenía los orejas muy mal, muy hacia afuera y que así no podía estar. La madre sabía, que los niños pueden ser muy malos y que se podían meter con él, y reírse de él, llamarle Dumbo, Radar, lo típico.
Pero, ¿y el niño? ¿Qué decía el niño? A mí me interesaba el niño. Que al fin y al cabo era a él el que se iba a operar, al que le iba a doler, el que iba a llevar el vendaje y era el interesado y no la madre. Pues le pregunté. ¿y tú que piensas de tus orejas?. Y el crío me dijo con mucho desparpajo: ¿Qué les pasa a mis orejas? Y le contesté. ¿Te parecen grandes? No. Contestó. Me gustan mis orejas. Y luego me dijo ¿A tí te gustan las tuyas? Genial el crío.
Y dónde quiero llegar. Que no podemos trasladar nuestros miedos, nuestras preocupaciones a los niños. Que una cirugía es algo muy serio, y en la otoplastia el niño tiene que colaborar y comprender lo que va a pasar. No hay que esperar a que los amigos del cole le tengan frito al niño, pero hay que escuchar a los niños. Que muchas veces ven la realidad con sus ojos y esos ojos nos enseñan que las cosas son mucho más sencillas de como la percibimos los adultos.
Le dije a la madre, que cuando el niño pidiera operarse, si es que lo llegase a pedir en algún momento, pues que me lo trajera.
